Hay herencias que no se ven, que se sienten y no se entienden. Hay traumas que habitan en lo más profundo de nuestro ser, que no se conoce su origen, que ni siquiera imaginamos que son herencias. Son los traumas de nuestros antepasados que quedaron sin curar, sin cerrar, sin perdonar y siguen transmitiéndose de una generación a otra buscando a alguien que cierre la herida y cure el daño.
Como seres humanos nos vinculamos a nuestra familia y ese vínculo hace que nos sintamos parte de algo más grande, pero para pertenecer tenemos que acoger tanto los dones como las carencias, dificultades y daños.
Traumas históricos en grandes poblaciones
Uno de los primeros traumas transgeneracionales observados fue en los hijos de los sobrevivientes de los campos de prisioneros de la guerra de secesión en los Estados Unidos de América. Los hijos sobrevivían menos años que la población en general e incluso que sus hermanos que nacieron antes de que sus padres estuvieran en los campos prisioneros. En este caso, parece que hay una herencia que se transmite únicamente en la línea masculina de padres a hijos.
También se ha visto que la población afroamericana de los Estados Unidos tiene una probabilidad mayor de contraer cáncer de próstata que la población blanca del mismo país. Sin embargo, sus coetáneos en África tienen una incidencia más baja, similar a la observada en el resto de la población americana. Lo que indica que la incidencia de cáncer aumentó cuando esas personas cambiaron de país. Igualmente, los habitantes del sur de África descendientes de los sobrevivientes al Apartheid, tiene unos niveles de hipertensión más altos que en otras zonas de África que no vivieron el Apartheid. Todos estos datos indican que hay algo que queda grabado en el ancestro que sufrió el hecho traumático y lo transmite a sus descendientes.
Una posible explicación es la elevada concentración de cortisol en sangre debido a un estrés alto y continuado en el tiempo, lo que produciría un cambio en el genoma que se transmitiría a la siguiente generación.
En grandes poblaciones, en hechos históricos, parece más claro y lógica, sin embargo, en cada familia en particular las herencias de los traumas se transmiten de la misma manera. Estos traumas ancestrales, no se recuerdan, se han olvidado. Pero la huella de lo que paso esta impresa en nuestra mente, en nuestro cuerpo, nuestros comportamientos y en nuestro material genético.
El Trauma dentro del núcleo familiar
Hay comportamientos que se copian porque es lo que hemos vivido, es lo que hemos aprendido en el entorno donde nos han criado; Madres que no se sienten queridas por sus madres y no saben querer a sus hijas; Padres que han sido maltratados y maltratan a sus hijos. De esta manera, estas hijas e hijos harán lo mismos con sus hijos, perpetuando así comportamientos inadaptados y dañinos.
Igualmente, hijos de padres alcohólicos, se hacen adictos a la bebida, generan cirrosis, para sentirse perteneciente a su familia, para mantener el vínculo. Hijas de madres que mueren en el parto se convierten en matronas para salvar a la madre que no conocieron y no tienen hijos para no arriesgarse a perder ellas su propia vida.
Todos estos comportamientos tienen una base bioquímica. El primer ancestro que sufrió el trauma se lo transmitió a sus descendientes y después de varias generaciones el origen se ha olvidado, no sabemos exactamente qué sucedió, pero lo repetimos por lealtad al clan, por supervivencia.
Si sufres una gran traición de la que no puedes defenderte, sentirás mucha rabia, tus niveles de Serotonina bajarán y dependiendo de la intensidad y duración de esa emoción, les transmitirán a tus descendientes esa percepción, la huella de la herida no curada.
Personas con niveles bajos de Serotonina son más irritables, por lo que estas personas serán más propensas a los enfrentamientos. Y personas en estados de alerta constante tienen concentraciones mayores de Adrenalina y Cortisol. Así, tenderán a interpretar situaciones cotidianas como peligrosas y se defenderán de lo que ellos consideran una amenaza.
De esta manera, tanto comportamientos repetidos en familias como los opuestos, en un intento de reparar el daño vivido, tienen un origen genético. El dolor sentido, el estrés sufrido, fue tan grande y difícil de afrontar que quedo impreso en nuestro genoma.
Traumas ocultos: Familiares olvidados
También hay secretos ocultos en las familias por vergüenza o culpa como son los suicidios, asesinatos, relaciones extramaritales, hijos no reconocidos…
Todos estos sucesos quedan en la memoria del clan y se manifiesta en forma de síntoma para ser reconocido. Son secretos familiares que no se recuerdan, pero se sienten. Cuando paso se ocultó, aunque quedo en la memoria del sobreviviente y lo transmitió a sus descendientes de forma inconsciente.
Podemos heredar la predisposición a la depresión por un duelo no resuelto. El sentimiento de vergüenza que se trasmite de generación en generación puede tener el origen en una relación extramatrimonial. Así, la emoción surge para llamar la atención sobre el acontecimiento no resuelto, el antepasado olvidado reclama su lugar en el clan.
El origen esta olvidado en la memoria, pero vive en los comportamientos que repetimos sin ser conscientes de ello, se manifiestan en nuestros sentimientos no entendidos. Cuando nos enfados sin saber porque, cuando nuestra rabia sobrepasa la causa que la provocó, nos entristecemos sin tener una razón, sentimos miedo en situaciones inofensivas…. Y nuestra única explicación es la herencia del carácter de nuestra madre, padre, abuela …. puede que el origen este en una herida no cerrada que ocurrió en un tiempo ya remoto.
Te sanas y les sanas
La herida ancestral, la emoción sentida por nuestro antepasado y transmitida hasta nosotros, se puede sanar. Podemos liberar a nuestro familiar olvidado y a nuestros futuros descendientes del trauma infringido hace ya mucho tiempo.
Reconociendo la emoción que sentimos e indagando en nuestra historia familiar, descubrimos heridas abiertas y las sanamos para ser libres de tener nuestra propia historia y emociones.
Cuando nos encontramos en un sitio tranquilo, en paz y equilibrio, sin exigencias ni prisas, somos capaces de recordar palabras y expresiones típicas de nuestra familia y darles otro sentido. Las costumbres que parecían inofensivas tienen un motivo para existir y la emoción que se mantiene latente en el clan surge para descubrir lo que ocultaba.
En el proceso de terapia, en un espacio protegido y con un vínculo seguro, vas encontrando tú las respuestas para descubrir la raíz de comportamiento que te perturba, de la emoción que te altera. Encuentras los para qué, por qué, cuando, como, … hasta descubrir que te ha llevado a ser la persona que eres. Agradeces a tus antepasados la vida que te han dado y les das el sitio que les pertenece para tú ocupar el tuyo y emprender tu propio camino.
Paloma Rodríguez Sánchez, PhD