¿Quieres cambiar tu vida y no sabes cómo? ¿Quieres cambiar de ciudad? ¿De profesión? ¿De estilo de vida?
Lo primero que tienes que hacer cuando vas a realizar un cambio es imaginarte esa nueva vida con todo detalle, como si ya se hubiese dado el cambio; dónde, cómo, cuándo, con quién. Después, lo más difícil, ir al momento que te llevo a la situación actual para no repetir los mismos pasos.
Cuando tomamos un camino, realizamos una elección, siempre es por un motivo, aunque la mayoría de las veces no somos conscientes de cómo hemos llegado hasta ese lugar. Unas veces nos arrepentimos y otras nos sentimos orgullosas, pero en ambos casos había una razón poderosa para hacer lo que hicimos.
Para entender que nos ha traído al momento presente y poder salir de él, tenemos que viajar en el tiempo, hasta cuando éramos tan pequeñas que dependíamos del amor de nuestros mayores para sobrevivir.
Nuestros primeros años de vida
Cuando nacemos, nuestro cerebro posee únicamente las funciones vitales para vivir y, entre ellas están emociones como el miedo. El miedo es imprescindible para alejarnos de las situaciones peligrosa y lo más peligroso cuando nacemos es separarnos de nuestros padres. Ellos nos dan el cuidado y protección que necesitamos, sin ellos desapareceríamos.
Para mantenernos cerca de nuestros mayores seguimos sus órdenes, lo que nosotros interpretamos como mandatos con las capacidades que tiene nuestro pequeño cerebro en desarrollo. Los mandatos son los mensajes que recibimos de nuestros cuidadores y que debemos cumplir para mantenernos cerca de ellos. Sin embargo, estos mandatos no son ordenes literales, sino interpretaciones de las emociones que sentimos al escucharlos. Oír con 3 años “Obedece y no protestes” es lo mismo que “no pienses” por lo que en el futuro seguirá ordenes sin creer tener la capacidad para decidir. Si con 4 años te dicen “si lloras te voy a dar para que llores con razón”, “No hagas ruido”, interpretas ”No sientas”, “No existas” y, en el futuro, no mostrarás emociones y no harás nada, por lo que será difícil que consigas tus metas. Y más difícil aún si ni siquiera tienes contacto con tus necesidades, si no tienes contacto con tu mundo interior. Cada una de nosotras recordará alguna frase que sus padres le decían con frecuencia y ahora puede pensar que significado le dio en aquel entonces: “No sea importante”, “No confíes”, “No pertenezcas”, “No crezcas”.
Sin ser consciente de ello, los mensajes que recibimos de nuestros adultos (padres, familiares, profesores) nos dejan una marca tan profunda que no llegamos a ser consciente de que en un tiempo fuimos niñas que sabíamos lo que queríamos.
Estos mandatos están apoyados por unos comportamientos, impulsores, que también fueron interpretaciones de lo que oíamos y sentíamos de las personas más importante de nuestra corta vida. A muchas niñas les suelen decir “se agradable con las visitas”, “no llores que te pones fea” lo que es lo mismo que decir “Complace”, “Sé fuerte” lo que provoca que crezcamos pensando que hay que complacer a pesar de nuestras necesidades y no hay que llorar, aunque estemos tristes. Igualmente podría ser “Date prisa”, “Sé perfecta”, “esfuérzate”. Todos estos comportamientos nos llevan a distanciarnos de nuestras emociones verdades, nos impiden ser felices y conectar con lo que realmente queremos. De esta manera, nos relacionamos con nosotras y con los demás con un falso Yo, el que hemos aprendido con pocos años de edad y nos dio la seguridad del amor de nuestros padres. Ahora necesitas alguien que nos diga que está bien ser uno mismo, está bien sentir, pensar y existir. Alguien que nos de Permiso para Ser.
La relación conmigo
En el interior de nosotras vive la Niña que fuimos, pero también el Padre que tuvimos y la Adulta que somos. Son los estados del Yo.
Ese Padre Interno habita dentro de nosotras y sigue dando órdenes. Puede ser Padre o Madre, autoritario o rígido, cariño o compresivo. Cada una tenemos la figura del Padre que tuvimos e imaginamos, con la percepción y sentimientos que experimentamos a corta edad. Nos exigimos “ser perfectas” en nuestro trabajo “darnos prisa” en conseguir nuestras metas, unas metas que le correspondían a nuestros padres, fueron sus deseos, no los nuestros. Ahora podemos crear un Padre Nutricio que nos cuide, que vea nuestras necesidades y ayude a cumplir nuestros sueños.
También está nuestra Niña Interior, la niña que fuimos, alegre o triste, sumisa o rebelde. Mirándola con compresión y aceptación descubrimos los mandatos que la llevaron a obedecer unas leyes que no eran reales. Libera a tu Niña de obligaciones y cuídala como sólo tú sabes porque sólo tu conoces sus carencias. Saca a tu Padre Nutricio y dale a tu Niña la protección que necesita para que exprese la alegría, creatividad y confianza capaz de llegar donde se proponga.
La Adulta que somos es la que da estabilidad a los personajes internos que hemos creados; da permiso a la Niña para jugar cuando tiene tiempo libre y abre la puerta al Padre para que te de consuelo, para defenderte. La Adulta es la que tiene la capacidad de analizar la situación actual de manera lógica y objetiva, utiliza sus habilidades y herramientas para vivir en el mundo de forma realista.
En el trabajo está bien que prevalezca la Adulta responsable con recursos, pero al salir con los amigos diviertete con las emociones genuinas de tu Niña Interior. Sin embargo, a veces es necesario al Padre que pone límites para que no invadan tu espacio, para que respeten tu intimidad.
Llevamos demasiado tiempo con miedo a infringir unas normas que obedecemos sin recordar desde cuándo. Ahora es el momento de empezar a descubrir quien se esconde debajo de tantas obligaciones. Podemos empezar por aprender a relacionarnos con los otros de manera genuina. Porque según nos relacionarnos con los otros, así nos relacionamos con nosotros.
Mi relación con los otros
Cada persona en su vida desempeña un rol que ejercita, más o menos constante, a no ser que tome una decisión de cambio. Los diversos papeles que representamos son básicamente tres: Salvador, Perseguidor y Víctima. Es el Triángulo Dramático de Karpman donde los roles son dinámicos,cada una encarnamos preferentemente el mismo papel, aunque puede variar de un escenario a otro (familia, trabajo, amigos).

En el pasado, la familia estableció unos roles que nosotras aceptamos sin ser conscientes porque asumimos que ellos sabían más de nosotras por el simple hecho de ser mayores. Fue el rol con el que obteníamos su atención y ahora como adultas lo seguimos adoptando como parte inamovible de nuestra personalidad.
La Salvadora necesita que la necesiten, se siente querida si ayuda y cuida de todos. Fue una niña que no se sintió reconocida, tuvo unos padres muy ocupados o con muchos hermanos. Necesitó cuidar de todos para que la valoraran. Ahora no sabe cuidar de ella y se olvida de sus necesidades para cubrir las de los otros. Aceptando sus logros y ayudando cuando sea necesario podrá ser una persona libre de obligaciones y empezar a disfrutar de hacer lo que le hace feliz.
La Perseguidora necesita que la teman. Manipula con el miedo. Amenaza y busca los errores ajenos para infravalorar. Estas personas fueron niñas que no se sintieron queridas y tienen necesidad de afecto, sin embargo, se protegieron de su desamparo atacando y llamado la atención para que los mayores la miraran. Ahora, recibiendo el cariño que necesitó y dando a otros la protección que ella no obtuvo, puede dar un paso hacia un futuro distinto, con el Amor que tanto anhela.
Finalmente, la Víctima no tiene confianza en ella y pide ayuda sin intentarlo, se siente culpable y tiene miedo de casi todo. Fue una niña con unos padres muy exigentes que le exigían saber sin enseñarle. La adulta de ahora necesita confianza en ella misma y hacer antes de pedir ayuda.
¿Te reconoces en algún rol? Cada uno de estos roles nos dan unos beneficios, sin embargo, nos alejan de la independencia y autonomía que como Adultas poseemos. Cuando protegemos en lugar de perseguir, cuando ayudamos sólo cuando nos lo piden auxilio y cuando pedimos ayuda después de intentarlo, recuperamos el poder y la confianza con la que nacemos.
Decido Cambiar mi vida
Cuando tomamos la decisión de cambiar de vida; ciudad, profesión, amigos, nos hacemos conscientes de que la vida que hemos llevado hasta el momento presente no es la que nos hace feliz, algo falla en nuestro interior.
Tomando conciencia de los Mandatos e Impulsores que nos llevaron a actuar así, trayendo al presente un Adulto con recursos, el Padre protector y la confianza de tu Niña, podemos liberarnos de roles que nos alejan de nuestra autonomía para elegir libremente donde queremos ir.
El proceso de terapia es un camino de autoconocimiento donde te encuentras con la Niña que fuiste y descubres sus heridas y miedos. Te liberas de roles que te que atan a un guion de vida que no es tuyo. En un espacio seguro, de aceptación incondicional, vuelves a ser Niña para llegar a la Adulta que quieres ser, para encontrar tu lugar en el mundo y escribir tu nuevo guion de vida.
Paloma Rodríguez Sánchez, PhD